Hoy estoy pisando una vez mas el espacio de la felicidad. Estoy extasiado, abstraído, fuera de este mundo. Hoy he salido a improvisar una nueva historia, a soñar con una nueva noche de rock. Estoy sobrevolando en la dimensión deliciosa de un concierto al ritmo del viento desaforado y la multitud sin fin, que no tarda en enseñarnos a ser felices. La noche no acaba porque el remolino en que se ha convertido el publico me extravía y me enciende una vez mas. somos ángeles de arena, hemos dicho de repente y he recordado que hace mucho tiempo se nos ocurrió la idea de formar una banda de rock con este nombre. Una década de rock dice en algún afiche que vi por allí, no lose, solo recuerdo que este largo sueño ha estado lleno de anécdotas felices, de momentos de tristeza tambien, de días difíciles en que queríamos tirar todo por la borda, de noches interminables celebrando la ambivalencia de haber teloneado a libido y estar durmiendo los seis en una cama de un hostal barato. De haber viajado en un bus privado y lujoso junto a los nosequien y los nosecuantos para telonearlos en pacasmayo y estar hospedados en el mismo hotel lujoso donde estaban ellos, el pakatnamu, un bello lugar enclavado frente al mar y salir a la terraza frente a la playa a tomarnos unas chelas para estar a la altura de las circunstancias, tirándonos el bolo de un cocacho esa misma tarde en unas cuantas cervezas y en un plato personal de ceviche depredado por seis tristes tigres del rock.
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