Cuando llega la noche me pongo a escribir. Bueno ahora hago eso, no antes cuando fui su alumno. En esa época me ponía -o me disponía- a dormir casi siempre, justo cuando las horas se volvían gastadas e inservibles. De esa época recuerdo también que de sus clases pude deducir finalmente que la literatura es el proceso de sumergirse en los laberintos de la locura y tener la capacidad casi divina y omnipotente de crear un nuevo génesis cada segundo. Como el enviado de una nueva profecía donde las estaciones se dividen en melancolía, bohemia, sueños y poesía. Porque en una tarde me demostró de un cocacho y murió el payaso, que la teoría no sirve tanto como reventarse un ejercito de chelas bien heladas, conversando de las mentiras verdaderas que forman la estructura de esta sinuosa vida. Porque aquella tarde en ese restaurante marítimo y descolorido apenas aprendí la primera parte de esta historia que se trastocaba en su mirada cuando hablaba de boleristas estetas, de tristes tigres y usted es la culpable o el culpable en este caso, de todas mis angustias y todos mis quebrantos, sin mariconadas ahh, porque cholo soy y no me compadezcan, pero cholo macho y honrado y en versión hip hop.
continua
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